jueves, 15 de noviembre de 2012

Mirando siempre hacia el Sur. Chiloe

Voy por la carretera mirando siempre hacia el Sur, voy por la carretera, el blues del autobús. Eso decía el Miguelito Ríos allá por el pasado siglo, pero no se por qué me vino a la mente, quizá producido por un respingo neuronal en relación con la falta usual de amortiguadores, pero de eso ya contare, si me place y queda sitio, porque Chiloe da para mucho.

Hay cosas que no cambian
Para empezar, al llegar empece "El cuaderno de Maya" de doña Isabelita Allende, porque se desarrolla en Chiloe, bueno, mas bien en una isla pequeña y no en la Isla Grande. Nunca había caído en la tentación de perder el tiempo con las novelitas de tal señora, a la que el cielo confunda, voto a bríos, ¡qué bodrio! Se mezcla una historieta feministoide con 1 1/4 de kilo de sexo, un poquito de realismo mágico y ¡ya tenemos un best seller! Por lo menos era barata. En fin... Pues como ya apuntaba, Chiloe no es una isla, sino un archipiélago compuesto por la "isla grande" que tiene aprox. 150 km y varias islas pequeñas de tamaño variable, la mayoría habitadas. Abierta a los dos mares, el Pacífico, y lo que llaman aquí el mar interior chileno, que es el brazo de mar que se encuentra entre la isla y el continente. Las islas hasta ahora, y remarco lo de hasta ahora, han sido de un turismo selectivo. Quiero decir, míticas, para colgados de más o menos variado pelaje. Al llegar te recibe un letrero o de la policía correspondiente, con algo así como que te portes bien SIN DROGAS. Con lo que ya te van diciendo por donde anda la peña. Pero curiosamente no vi a nadie haciéndose un canuto, inevitablemente comparas con lo que conoces. En fin, a lo que vamos. La sensación es que allí llega gente un poco especial y todavía no el odioso turismo de masas, posiblemente, porque dicen los chilotas que el tiempo es espantoso y que lleve siempre, será casi siempre porque en los 6 días que estuvimos, el sol brillo como en Ecija. O tenemos suerte por kilos o es el cambio climático. Pero justo cuando llegamos, inauguraron un aeropuerto y están hablando de hacer un puente sobre el estrecho (no más de 4 km) que separa la isla del continente. Espero que no termine inundada por "'jubilados de los países ricos unidos", especie depredadora como ninguna.


Estas ristras son de mejillones
 (choritos) piures y machas, secas
En la isla grande o isla de Chiloe hay 2 ciudades importantes, Ancud, algo más grande, en el norte, y Castro, la capital en el centro. Elegimos el norte y nos equivocamos. Y no porque Ancud este mal, todo lo contrario, y el hostel-hotel Ancud Petit, con el onnipresente Sr. Marcelo, casi inmejorable (36€/día con desayuno), sino porque Castro le iguala en encanto y sobre todo esta en el centro de la isla y todo resulta más cerca. Como elegimos, y nos quedamos, en Ancud, tuvimos que tomar (nunca coger..) buses para ir a Cucao parque nacional pequeñito pero con una playa imponente, así debieron ser alguna vez las españolas) Dalcahue con su mercado artesanal, donde me zampe un mariscal impresionante, y Achao para ver una de esas, iglesias patrimonio de la ..., de las que están tan orgullosos, pero que sólo abren los domingos, pues sí tanto valen, podrían enseñarlas un poco más, más que nada para ventilarlas un poco, ¡digo yo! La de Achao si que valía la pena el paseo. Construida en madera, como casi todo aquí, y apoyada en piedras, pero no cimentada. Una preciosidad.
Nos dio tiempo para comer en Dalcahue en una especie de conjunto de (de nuevo) mini restaurantes juntos donde además de los usuales pescados a la pancha (a elegir: salmón, merluza, corvina, o congrio a 4000 pesos) me ventile una jaiba (buey de mar 1000 pesos:1.8€)
Y a todo esto íbamos en mini buses municipales, y lo de municipales es un decir, porque son todos de empresas privadisimas, pero parten del terminal municipal y se paran mil veces, en las paradas establecidas y donde les parece. Son muchos, más baratos, lógicamente abarrotados, a velocidades suicidas, y por supuesto, sin amortiguadores. Pero étnicos totales..
Y ahora os contare a que llaman un mariscal. Pues bien, ponen en diferentes cuencos, el contenido, er bicho, para que andarnos con tonterías, de almejas, mejillones, puries (especie de mejillones de bicho colorao) y si lo pides, la carne de un erizo por encima. Por supuesto todo crudo. Te ponen un cuenco de todo esto. Tu te lo pasas a un cuenco más grande y lo aderezas con cebolla, cilantro y limón a tu gusto. Y te lo zampas sin más. Por supuesto, el ministerio de no se qué dice que estas loco por comer marisco sin cocer. Pero más loco es el que recuece el marisco, a mi parecer. Sencillamente estas comiéndote el mar. Delicioso. Esto ya los venden en los mercados ya envasados. Pero el que os cuento, abrian los moluscos allí mismo. Abrir y zampar. Del mar a los sentidos directamente. ¡Esto sí que es poesía!
Y marisco va molusco viene, se nos fueron pasando los días y tuvimos que despedirnos del Sr. Marcelo con dolor de corazón porque de verdad que la isla, mientras no la joda el turismo, es de los sitios donde siempre te apetecerá volver.



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